En Santa Gadea de Burgos - do juran los fijosdalgo - tomábale jura a Alfonso -por la muerte de su hermano – tomábasela el buen Cid – ese buen Cid castellano – sobre un cerrojo de hierro – y una ballesta de palo. Las juras eran tan recias – que al buen Rey ponen espanto.
La justicia llevada A LO MÁS ALTO. Eso era la sublimación de la honestidad en la justicia, y en la nobleza de la ciudadanía. ¿Qué queda de todo esto? NADA.
Pobre país llorando en lo más hondo la nostalgia de la RECTITUD. La ilusión por una veracidad en los tratos, en las promesas, en los discursos, en las leyes.
Donde quedó aquella caballerosidad rural, cerrando con las dos manos juntas el juramento de un trato. La inviolabilidad de lo dicho, de lo acordado, de lo pactado.
Ahora ha quedado un país engañado, infringido, vulnerado hasta lo más profundo de sus entrañas, indecentemente manipulado y despojado de sus derechos por un poder abyecto y desvergonzado. Una rufianesca enmascarada en una falsa dignidad, promoviendo de continuo, órdenes despedazadoras de bienes generados por la labor y el esfuerzo de sus ciudadanos.
Pasma el ver esas caras grotescas, haciendo gala de un cinismo insultante, tratando de convencer con un lenguaje timador las bondades infumables de sus proyectos.
Instalados en una mayoría bastarda y en la mentira continua, estos nuevos “millonarios” han arruinado y destrozado una clase media y de ahí para abajo, lo que quedaba de otra más pobre. Por el contrario los más ricos, han proliferado en un orden escandaloso, producto de sus fechorías contables y de sus ilegales negocios. Nadie dimite, y si los jueces osan “tocar” a un inviolable, a un sagrado, ¡Pobre juez!
Adiós amigos, seguid votando……
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